La paradoja del asno de Buridán o cómo tomar decisiones acertadas

31 Agosto 2018 Por CIED

Un nuevo MOOC de URJCx a tu disposición, aprende a realizar un análisis adecuado de los problemas de decisión.

Cuenta la paradoja del asno de Buridán, que un burro que tenía mucha hambre no llegaba a decidirse entre dos sacos llenos de heno que tenía a su alcance, a su derecha y a su izquierda, pues ambos eran idénticos e igualmente apetecibles. Llegó hasta tal punto su vacilación que acabó muriendo de hambre, incapaz de tomar una decisión.

En la vida, diariamente, nos enfrentamos a numerosas situaciones en las que nos vemos obligados a tomar decisiones, muchas de las cuales tienen un contenido con tintes claramente económicos. Puede darse el caso de que la inacción fruto de la indecisión, desidia o pereza no tenga mayor repercusión, y si no te decides por ir al cine o al teatro acabes quedándote en casa viendo la televisión, pero también puede ocurrir que el hecho de no ser capaz de tomar decisiones -como le pasó a nuestro burro- acarree importantes consecuencias, o que tomemos decisiones torpes, inadecuadas o directamente erróneas; lesivas en definitiva para nuestros intereses.

Para tomar decisiones acertadas es fundamental contar con algún criterio de elección. Es cierto que, en determinadas circunstancias, llevar a cabo decisiones irreflexivas pueden arrojar resultados positivos. De hecho, a nuestro burro más le hubiera valido no haber reflexionado nada, y haberse dirigido, por ejemplo, hacia el saco de su derecha ya que por orden alfabético “derecha” va antes que “izquierda” -aunque en puridad esto ya podría considerarse el contar con un criterio de elección- y no haber seguido pensando si tal vez era mejor dirigirse hacia el saco de su izquierda, pues a lo mejor debía de utilizar el orden alfabético inverso. Por otra parte, es tal la cantidad de decisiones que de manera consciente o inconsciente tomamos a diario que si nos dedicáramos a examinar concienzudamente todas ellas estaríamos acometiendo una tarea del todo inabarcable. No obstante, transitar por la vida sin ponderar nunca mínimamente los beneficios y los costes, los pros y los contras de nuestras decisiones, especialmente de aquellas situaciones más importantes, no parece la postura más inteligente.

Un factor que con total seguridad nos ayudará notablemente en la toma de decisiones lo constituye la información con la que contemos. Si conocemos perfectamente la normativa que afecta al ámbito de nuestras decisiones, los plazos vigentes en el momento concreto en el que hemos de elegir, los agentes que de alguna forma pueden intervenir y de qué forma pueden hacerlo, el marco en el que se desarrolla el hecho analizado, y cualquier otra circunstancia que de alguna manera pueda afectar a los resultados de nuestras elecciones, y por consiguiente a nuestro bienestar, en ese caso tomaremos decisiones más acertadas que si carecemos de esa información.

Esa información, lógicamente, tiene un valor, y podemos estar dispuestos a pagar por ella un precio en función de lo precisa, rigurosa o útil que nos resulte -no vamos a entrar, no obstante, a explicar detenidamente en este breve texto las diferencias conceptuales existentes entre ambos términos, valor y precio, que indudablemente tienen importantes disparidades semánticas que se deben conocer si no queremos asemejarnos al asno de este relato, como puso de manifiesto en sus Proverbios y Cantares Antonio Machado, con su popular frase que afirma que “todo necio confunde valor y precio”, pero baste con señalar que el aire que respiramos no tiene precio, pues al menos por ahora no pagamos nada por respirar, pero tiene un valor enorme pues sin él no tendríamos oportunidad de vivir-.

Por supuesto, las decisiones que son óptimas para un individuo no tienen por qué serlo para otro, aunque sean personas que se encuentren en contextos o circunstancias parecidos, cuenten con el mismo grado de información, y adopten un criterio similar para sus respectivas tomas de decisiones. Y esto es así por varios motivos. En primer lugar, los gustos o preferencias que exprese una persona entre distintos bienes pueden diferir enormemente de los que manifieste otra. Del mismo modo, la postura ante el riesgo que muestren los individuos ante situaciones semejantes puede ser muy distinta, incluso totalmente opuesta. Hay personas mucho más lanzadas que otras a la hora de acometer inversiones financieras, por ejemplo, y están dispuestas a apostar por alternativas que potencialmente pueden ser más remuneradoras y ofrecer una mayor rentabilidad, aunque sea a costa de incrementar las posibilidades de incurrir en pérdidas si la evolución de los precios de los productos en los que se plasmen esas inversiones no es la esperada. Esa postura ante el riesgo, obviamente, se ve marcada por la riqueza con la que cuenten los individuos.

Tenemos que aprender, por tanto, a tomar decisiones económicas acertadas para no incurrir en errores de inacción como el de nuestro querido asno, valorando adecuadamente la información que podamos recabar, y siendo conscientes de que el riesgo que una persona esté dispuesta a incurrir no debe constituir necesariamente la referencia para otra diferente.

Si quieres que tus decisiones económicas sean lo más adecuadas posible, URJCX, la iniciativa de conocimiento abierto de la Universidad Rey Juan Carlos, desde el 22 de agosto tienes disponible el MOOC “Aprender a tomar decisiones económicas acertadas”, impartido por el Prof. Juan Carlos Aguado a través de la plataforma MiriadaX. Todavía estás a tiempo de inscribirte. ¡Te esperamos!.

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