Transición energética y COVID-19: ¿son compatibles?

Estos cambios han generado un claro descenso en la demanda energética a nivel global durante los últimos meses, con una reducción del consumo cercano al 8% en relación a años anteriores. Es previsible que, pese a los pronósticos pre-pandémicos que auguraban un progresivo crecimiento de la demanda energética, esta nueva tendencia descendente pueda prolongarse durante algún tiempo debido a la crisis económica asociada a la sanitaria. Sin embargo, se están realizando numerosos esfuerzos para el desarrollo de nuevos fármacos y vacunas que permitan controlar la expansión enfermedad y, cuando esto se logre, se irá produciendo una progresiva desescalada con objeto de recuperar la mayor parte de los indicadores económicos alcanzados con anterioridad a la crisis. Esto conllevará ineludiblemente un nuevo aumento de las necesidades energéticas para satisfacer la demanda asociada a una mayor actividad industrial y movilidad general.

En este punto, resulta fundamental analizar si es posible compatibilizar el desarrollo económico con la protección del medioambiente para asegurar su sostenibilidad a medio-largo plazo. El reciente informe anual publicado por la empresa British Petroleum (BP) plantea diferentes tendencias de evolución de los mercados energéticos mundiales hasta 2050, anticipando algunos de los principales desafíos a los que se enfrenta el sector energético actual para lograr una transición energética efectiva hacia el fomento del uso de energías renovables y reducción de la huella de carbono. Uno de estos escenarios, denominado Business-as-usual o BAU (sin cambios), asume que las políticas gubernamentales, tecnologías y preferencias sociales siguen evolucionando de manera y velocidad similares al pasado reciente, lo que provocaría una reducción de las emisiones muy limitada para el año 2050. Los otros escenarios planteados, denominados Rapid y Net-Zero (cero emisiones netas) se basan en un gran aumento en los precios de carbono que motivará la introducción de políticas adicionales y acciones concretas.

Por cada unidad energética no consumida pueden ahorrarse hasta tres unidades de partida, convirtiendo la eficiencia energética en un importante recurso energético. #DavidAlique #URJCx Clic para tuitear

Entre estas medidas destacan el fomento global del uso de energías renovables; desarrollo de infraestructuras y ciudades sostenibles; racionalización de la agricultura y ordenación sostenible del territorio; mitigación y/o adaptación a los impactos climáticos; e impulso público-privado para implantar tecnologías “cero emisiones”. En este contexto, la solución a los problemas energéticos actuales y las repercusiones que estos generan sobre el medioambiente es compleja, siendo necesarias numerosas actuaciones en distintos ámbitos con el objetivo final de lograr una transición hacia fuentes de energía de carácter limpio. Además, deben abordarse estrategias para la mejora del uso de la propia energía, dado que actualmente existe un desfase cercano a los mil millones de toneladas equivalente de petróleo entre los niveles de producción y consumo final, lo que supone unas pérdidas que alcanzan entre un 50-65%. Esto implica que por cada unidad de energía que se dejara de consumir, tanto en el ámbito industrial como el doméstico, podrían ahorrarse hasta tres unidades en forma de recurso energético de partida, lo que refuerza la idea de considerar a la eficiencia energética como uno de los principales recursos energéticos, con una incidencia directa en la mejora de la sostenibilidad ambiental.

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